lunes, 23 de abril de 2012

Parte 6


-Pero hay un problema: Aquí no disponemos de los elementos necesarios para fabricar el suficiente antídoto.-
Y suspirando dijo: -Tenemos que ir al Centro Nacional de Toxicología. Tenemos que ir a Madrid.-
En ese momento el silencio se abatió sobre el grupo como una losa, nadie se atrevía a decir nada, hasta que una voz femenina murmuró en voz baja:
-Madrid ¡No podemos ir a Madrid!- y de pronto se puso a gritar:
-¡Es que te has vuelto loco! ¡No podemos ir allí! ¡Es donde toda esta pesadilla empezó y está plagado de esas cosas. No sobreviviríamos lo suficiente para usar el antídoto-
 Cada vez gritaba más y más fuerte, hasta que por fin, uno de los presentes le arreó una buena bofetada.
-¿Quieres callarte ya? Vas a conseguir que nos descubran.- Y la metieron en la caravana para tranquilizarla un poco.
Yo estaba atónito. No sabía de lo que estaba hablando.
-¿Qué pasa en Madrid?- pregunté casi con miedo, y todos me miraron asombrados.
-Ven, te lo voy a contar.- me dijo Tomás.
-Tres o cuatro días antes de que todo esto comenzara, llegó a Madrid un avión hospital que traía a un hombre que habían encontrado en una isla. Estaba muy enfermo, casi muerto, pero lo más extraño de todo es que su aspecto era normal si no es porque traía un brazo casi completamente negro. No pudieron averiguar que es lo que le pasó, porque murió al poco tiempo de llegar al hospital.
O eso creyeron los médicos que lo atendían.
Los primeros en caer fueron los miembros del equipo que empezaron a practicarle la autopsia. Eran 5 personas y fue algo verdaderamente escalofriante. El único superviviente dijo que aún estando abierto en canal, abrió los ojos, agarró al que tenía más cercano y le mordió en el brazo levantándose a continuación y liándose a mordiscos con los otros tres, que estaban inmovilizados por el terror. El que sobrevivió pudo hacerlo porque estaba junto a la puerta, acababa de entrar cuando todo comenzó y le dio tiempo a salir corriendo.-
-A pesar de que lo estoy viviendo, la verdad es que resulta difícil de creerlo- comenté yo.
A lo que Tomás me replicó:
-Pues te lo puedes creer a pies juntillas, porque realmente sucedió así-
Y continuó hablando.
-Mi hijo estaba allí, en esa sala de autopsias-
Se quedó callado por un momento, en el que yo aproveché para preguntarle:
-¿Es tu hijo el que sobrevivió?-
Y mirándome al ojo contestó:
-No. Él fue el primero en caer. El que sobrevivió, fui yo-

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